lunes, 16 de mayo de 2011

F

Los días pasaron muy lentos, tan lentos que parecían semanas. Incluso para mi, una fantasma cualquiera al que el tiempo ya ha dejado de servir.
Alex volvió a casi no dirigirme la palabra. Se pasaba todo su tiempo intentando establecer un plan “perfecto” para atacarme (entiéndase a mi cuerpo). Yo pasaba poco tiempo con él, porque ese no era mi Alex…
Pasé la mayoría del tiempo con Max, era bastante curioso que en vida apenas lo soportase a veces y ahora fuese yo la que iba a buscarle porque me sentía sola y perdida… hablé mucho con él del tema del ataque a mi cuerpo, y él sí pareció entenderlo. Así que tras unas pocas de conversaciones, decidí transformar mi plan en uno en el que él sí pudiese ayudarme.
-También podrías hacerlo tú.
-¿Qué dices, Dafne?-me preguntó, mirándome como si se preguntase si un fantasma podía enloquecer tan pronto. Yo fruncí el ceño. No consideraba haber dicho ninguna locura.
-Está claro que lo que ocurre contigo y con Alex es muy parecido a lo que ocurrió con mi cuerpo… por eso cuando Alex está medio inconsciente tú “ocupas” su cuerpo… obviamente no es igual, en vuestro caso tú no ocupas cuerpo, sino que simplemente te hacer corpóreo. Pero no debe diferenciarse mucho. Tu alma reconoce la similitud de tu verdadero cuerpo con el cuerpo de Alex, y cada vez que su alma está cerca de separarse de su cuerpo, tú vuelves un poco…
-Vaya… nunca se me había ocurrido esa explicación…-se quedó muy serio, dándome a entender que mi teoría no le resultaba del todo inverosímil.
-Así pues-continué, obviando su cara de “vaya descubrimiento has hecho”.-si consiguiésemos dejar inconsciente a Alex… tú podrías atacar mi cuerpo.
-Eso es una locura.
-¡No lo es! Mi cuerpo reconocería que en el fondo tú eres Alex. Seguiría sin atacarte y, aunque lo hiciese, en fin, no puede hacerte nada. Alex estaría a salvo, y sus lobos también.
-¿Por qué te importan tanto los lobos de Alex?
-Porque, como él mismo me explicó, cuando matan a uno de tus lobos, lo sientes, te desgarras por dentro y mueres un poco también. No permitiré que nada le haga daño. Preferiría…-tomé aire.-preferiría que me matase sin querer él a que la loba que hay en mi cuerpo pudiese hacerle nada a uno de sus lobos y con ellos, a Alex. No lo entiendes, claro.
-No. No lo entiendo porque yo no soy como vosotros. Pero más o menos sí. En definitivas cuentas, me estás pidiendo que lo haga yo, porque si no se pudiese, prefieres morir tú a que le pase lo más mínimo a él.-asentí.- ¿Y cómo crees que se lo tomaría?
-Eso no es lo importante. Lo importante es que él permanezca sano y salvo. Ya he dejado claro que qué yo muera en esta historia no es la prioridad. La prioridad ha sido y sigue siendo Alex. Él es el protagonista de esta historia.
-Para él la protagonista has sido y serás tú.
-No, los protagonistas no mueren. Él es la prioridad, y pienso protegerlo como pueda…
-Dafne… no le puedes hacer eso. No puedes buscar una forma de dejarlo inconsciente para luego buscar tu propia muerte… sabes que si te ataco probablemente no sobrevivas… nadie puede dejar a nadie a punto de morir de esa forma… a ti te dejaron así porque lo hizo un lobo bajo las órdenes de Arturo…
Tomé mucho aire antes de decir lo siguiente. Y de haber podido, probablemente hubiese derramado muchas lágrimas.
-Desde que surgió esa idea en la cabeza de Alex supe que solo habría una opción. O que al menos, por muchas que haya, todas llevarán a la misma consecuencia. Voy a morir. Si me atacan los lobos de Alex, mi cuerpo reaccionará y los atacará, tal vez lo consigan o tal vez mueran en el intento. Si me ataca Alex, no será capaz de atacarme con el suficiente control y acabará matándome…
-Y aún sabiéndolo, prefieres que sea él el que te ataque aún cuando si lo hiciesen los lobos sí tendrías una posibilidad…
-¡Pues claro! Siempre preferiré la opción en la que Alex se salva.-le dije.
-¿Cómo puedes hablar así de tu propia muerte?-me chilló.
-¿No entiendes que yo ya estoy muerta? ¡Soy un fantasma, Max! Ya es tarde. Queda una pequeña y ridícula esperanza… y esa esperanza puede traer más desgracia que felicidad.
-Si Alex se enterase de tu plan no te lo perdonaría.
-No necesito que me perdone. La verdad, me viene mejor que me odie. Así no me echará de menos, ni pensará en mi… todo sería más fácil si me odiase.
-No te va a odiar, Dafne, le vas a destrozar la vida.
-Max… yo te veía porque tenía que ayudarte en tu asunto pendiente… y tu asunto pendiente era Alex. Si yo muero, ya no habrá peligro. Tú podrás avanzar. Serás libre y descansarás después de tantos años. Que yo muera es lo mejor que puede pasar.
-¡Maldita sea, Dafne! ¡Vuestra historia tenía que funcionar! ¡Te prometí que lo vuestro sería distinto!-esta vez era él el que sonaba como si estuviese llorando. Me encogió el corazón verle así. Pero estaba decidida.
-Nuestra historia siempre ha estado igual de maldita que la vuestra, Max. Tú lo dijiste, iba a volver a pasar lo mismo, solo que está vez era la chica y no el chico la que moría.
Permanecimos mucho rato en silencio.
-Yo no quiero avanzar… yo quería avanzar para estar con ella, pero ella no está allí.
-Pero este no es tu sitio.
-Ni ese será el tuyo.-moví la cabeza de un lado a otro.
-Enséñame como hacerle dormir… como dejarlo inconsciente.
-No puedes hacerle eso Dafne.
-Enséñame…-le supliqué. Tomó aire.
-Dafne…
-Por favor…
-Solo prométeme que te despedirás de él. Prométeme que al menos le dejarás decirte adiós.
-Te lo prometo.

sábado, 14 de mayo de 2011

E

-No te entiendo, Dafne.
-¡Pero si es muy simple!-le dije y claro que era simple, o al menos para mí.
-Explícame tu gran idea.
-A ver… si eres tú directamente y no cualquiera de tus lobos quien ataca a mi cuerpo, no se defenderá, o sea, no me defenderé, o lo que quiera que sea.
-¿Por qué?
-Porque eres tú… y mi cuerpo sigue siendo mi cuerpo y aunque sea mínimamente sigue estando conectado a mi alma… y yo jamás de los jamases te haría daño…
-Pero eso supondría tener que atacarte…-tragó saliva ante la simple idea y se imaginó haciéndolo, esas imágenes llegaron hasta mi cerebro con la misma claridad que si las hubiese imaginado yo y ambos nos estremecimos.
-De todas formas, directa o indirectamente, deberías atacarme tú. Estamos solos en esto.-le susurré.
-No es lo mismo en absoluto, Dafne. Lo que yo les ordene a mis lobos, están en la obligación de cumplirlo… si yo les dijese-tragó saliva antes de continuar, porque la simple idea era suficiente.-si yo les dijese que te atacasen y te dejasen medio muerta, te atacarían con la precisa fuerza para dejarte así, sin pasarse ni un poco… yo no puedo hacer nada, nada, para dejarte medio muerta…
-Pues tendrás que hacerlo, Alex…
-Esta vez eres tú la que no entiendes…-le miré muy seria, yo misma estaba hablando de mi muerte con una frialdad exagerada, pero teniendo en cuenta que yo era un fantasma, la muerte no me parecía tan ajena.-No puedo hacer eso… yo no podría hacer nada por hacerte daño, la simple idea de ordenar tu casi muerte ya me parece una locura… de igual forma que tu cuerpo no sería capaz de hacerme nada, el mío tampoco lo sería… necesito que sean los lobos, Dafne… ellos tendrán más control y capacidad de la que tendría yo.
-Pero…
-Pero nada, imagínate por un segundo que en un supuesto horrible, me pasase… yo no podría sobrevivir a ser el causante de tu muerte, ya me sentí culpable una vez y pensé que no lo aguantaría, aún me siento culpable de que te robasen el cuerpo. Arrebatarte cualquier oportunidad de que vuelvas a la vida sería mi fin, pero sobre todo, sería el tuyo. No lo soportaría, Dafne, no lo aguantaría… no habría forma de quitarme de en medio pero desde luego, enloquecería hasta el final de mis días.
-No te pasarás… confío en ti.
-No es cuestión de confianza, Dafne. Te atacarán mis lobos, incluso eso ya es demasiado pedir, no hay nada más que hablar.
-Hay mucho que hablar.-le recriminé.-Te lo estoy pidiendo yo.
-¡Me estás pidiendo que te mate Dafne!
-Te estoy pidiendo que me salves. Alex, no me obligues a tener que obligarte.-no lo estaba amenazando, le estaba dejando los puntos claros. Solo había una salida, una oportunidad, una cosa que se pudiese hacer para acabar con esta situación. De una o de otra forma.
-No.
Fue rotundo, no dejó paso a ningún tipo de réplica. En el fondo sabía cuál iba a ser su reacción ante mi petición. La misma que hubiese tenido yo si la situación hubiese sido al contrario. Me dolió que me quisiese tanto como yo a él, si no hubiese sido así, todo habría sido mucho más fácil.
-Tendrás que hacerlo… al final descubrirás que no tienes otra alternativa… llamará a otros lobos y los tuyos no podrán hacerle nada, tal vez consigas que maten a alguno y con ellos a una parte de ti.-le estaba dando donde dolía y era consciente de ello. Se puso muy tenso y me miró con la peor de las miradas.
-¿Me estás diciendo que elija entre mis lobos y tú?-lo estaba enfadando.
-No. Te estoy diciendo que en esta historia, si yo muero, no pasa nada. Ya estábamos hechos a esa idea, llegado el momento nos encontraremos donde demonios se reúnan las almas. Ellos no tienen otra vida aparte de esta… entiendo que tus lobos den la vida por ti, que eres parte de su manada, no que la den por mí.
Tenía los puños apretados y había bajado los ojos al suelo.
-Vete.-le había hecho daño y lo sabía, y él sabía que yo lo sabía. Y sabía que solo procuraba obligarle a ser él quien me atacase, imagino que por eso no llegó a mandarme a la mierda.-Y deja de ser tan ridícula. Hace ya mucho que te dejé claro que eras lo único importante en mi vida. Nada ha cambiado.
-Todo ha cambiado.
-Pero eso no. Tú y sólo tú eres la razón de que exista. No metas a los lobos en esto, no me obligues a elegir porque ellos perderán irremediablemente contra ti. Eso es un hecho y no hay nada que pueda cambiarlo. Y lo sabes. Sabes que daría todo y pondría por delante a cualquiera por salvarte a ti. Llámame egoísta, porque lo soy en grado sumo. Pero el mundo entero me importa un bledo si es a ti a quien debo salvar. Si me propusieran acabar con el mundo para hacerte volver, acabaría con el mundo de la primera forma que pudiese.
-No seas tú ridículo. Desde el justo momento en que me morí dejé de ser una prioridad. ¿Qué pasaría si tus lobos acabasen conmigo? Sé sincero.
-¿De verdad quieres que sea sincero?-asentí, sin saber muy bien si quería escuchar lo que dijese.
-Si te matasen les diría que se fuesen, que no volviesen a pasar por aquí porque si no acabaría con ellos.
-¿Y eso te parece justo? ¿Te parece bien?
-Me parece horrible, pero no perdonaré a nadie que te haga daño. No sé si te ha quedado claro ya, Dafne, pero pienso acabar con mi propio padre por lo que te hizo. No voy a tener escrúpulos en este asunto. ¿Los tendrías tú si estuvieses en mi sitio?
Lo miré mal por obligarme a planteármelo, a imaginármelo. Lo miré mal porque me hizo sentir una persona horrible cuando me di cuenta de que yo tampoco tendría escrúpulos.
-El amor es una mierda.-dije sin más.-Se supone que estar enamorado te convierte en buena persona, no en una persona cruel y despiadada. No deberíamos anteponer al otro a los demás. Vale más la vida de muchas personas que la de una sola.
-Me da igual.
-No debería darnos igual.
-Te voy a traer de vuelta, Dafne, caiga quien caiga y le pese a quien le pese.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

D

Los días siguientes fueron horribles.

Al día siguiente de nuestra visita a casa de Pablo, unas nubes oscuras se posaron encima del pueblo y se quedaron ahí, desembocando en una lluvia fina cuando la tarde empezaba a anochecer. Alex se quedó frente a la ventana y no pronunció palabra, tampoco hubiese hecho falta, porque yo ya escuchaba lo que pensaba, pero de todas formas, no quería hablar conmigo.
Y así fue durante días.
Me empezaba a sentir muy mal y una parte de mi deseaba que mi cuerpo hubiese sido destruido y que yo hubiese podido avanzar y descansar en paz. Como fantasma mi vida era una birria. Me reunía mucho con Max, que parecía prestarme más atención que Alex.
Estaba francamente mosqueada.
Alex pasaba de mi, mucho, como si yo no estuviese allí por él, como si yo ya no importase nada. Me hacía sentir francamente mal, y de haber tenido lágrimas que derramar, las hubiese echado todas. Max trataba de consolarme, me explicaba cosas como que para Alex también estaba siendo todo muy complicado. Vale, sí, podía llegar a entender que para él fuese complicado, pero él también debía pensar en lo jodido que era esto para mí.
Había tratado mil veces de hablar con Alex, pero nunca parecía dispuesto a contestar mis preguntas, respondía de mala gana y sin mirarme, y poco a poco, fue partiéndome el corazón (ya sabéis que metafóricamente, mi verdadero corazón seguía en mi cuerpo).

Los días que Alex pasaba de mi, cuando aún seguía viva, pensé que habían sido los peores de mi vida, y al morir, se habían convertido en los peores de mi existencia, pero comparándolos con estos… en fin, al menos por aquel entonces, yo tenía algo que no tenía ahora: tenía vida.
Me pasaba los días mirando a Alex, mirando como miraba por la ventana y escuchándole pensar en una forma en la que pudiese llegar hasta mi cuerpo sin ser atacado en el intento. Trataba de mostrarme dolida, molesta, furiosa con él, pero francamente, cuando lo tenía delante no era capaz, la única expresión que mi rostro era capaz de reflejar era tristeza. Me sentía terriblemente sola y ese sentimiento me llevaba a pensar en la abuela, lo que provocaba que la culpa de que ella estuviese ahora en una especie de limbo era total y absolutamente mía. Imagino que todos esos pensamientos y sentimientos debían llegar hasta Alex, igual que los suyos me llegaban a mí, pero lo disimulaba muy bien.
Escuchar los pensamientos de Alex eran los únicos que me hacían quedarme a su lado, saber que lo que sentía por mi seguía estando allí, y que si no hablaba conmigo era solo porque no quería hacerse daño, ni hacérmelo a mí. Pero escucharlo en su cabeza no me era suficiente. Yo necesitaba escucharlo de verdad. Necesitaba que el mundo supiese eso, no ser la única en saberlo, tener una prueba real… incluso más real de lo que yo misma era en esos momentos.
Así que una tarde de esas de lluvia incesante y de poco que hacer, me puse seria ante él. Él, como hacía siempre, cambió de postura y miró hacia otro lado. Me volví a poner delante suya, y empezó a impacientarse.
-¿Podemos hablar?-por su cabeza pasó un rotundo “no” que se me clavó el pecho. Su problema, aunque a mí me beneficiase, era que era demasiado educado como para plantarme ese no en la cara. Simplemente suspiró, cerró los ojos, volvió a suspirar, se cruzó de brazos y abrió los ojos de nuevo. Por su cabeza pasaron algunas frases llenas de resignación, sabía que en algún momento me cansaría. No tuve que esperar su sí, simplemente empecé a hablar.-Empiezo a estar un poco cansada de ti, Alex.
Me miró tan mal que me sorprendí. Como si yo no pudiese o no tuviese derecho a estar cansada después de lo que estaba haciendo por mí.
-¿Cansada?
-Sí. Sé que todo cuanto quieres es ayudarme a volver, Alex… pero a veces… me siento sola aquí, ¿sabes? Y tú no hablas conmigo, ni siquiera pareces percatarte a veces de que, en fin, sigo aquí.
-Claro que sé que sigues aquí.
-Me da la impresión de que ya no me ves como antes, de que no quieres que esté aquí.
-No. No quiero que estés aquí.-sus palabras se me clavaron en el pecho (vuelvo a hablar metafóricamente).-No quiero que estés aquí así, no quiero que tengas que limitarte a existir como casi menos que un fantasma porque mi padre te haya arrebatado tu cuerpo. No, no quiero que estés aquí así.
-Pero no hay más, mientras que no sepamos qué hacer con mi cuerpo… no hay más, la única forma de estar juntos es esta, Alex.-le contesté. Él giró la cabeza, sin decirme nada.-Entiende que cualquier chica normal se cansaría de esta situación. No hablas conmigo, Alex, te has obsesionado con hacerme volver a mi cuerpo, porque yo esté dentro de él, y que esté bien. Pero no te estás preocupando de cómo estoy ahora, de cómo me siento sin hablar contigo, sin certezas de que me sigas queriendo.-esta vez me miró aún peor.
-¿No tienes certezas de que te quiero?
-Tengo certezas de que me has querido y de que me quieres cuando estoy viva. No de que me apoyes ahora.-volvió a alejar los ojos de los míos. Y ninguno de los dos habló en un rato.-Mírame.-me ignoró. Eso me exasperó un poco, y suspiré sonoramente.-Vamos, mírame, por favor.-giró sus ojos hasta posarlos sobre los míos, seguía enfadado.- ¿Qué ves?
- ¿Qué?
-Que qué ves cuando me miras, Alex.-me crucé de brazos y lo miré, esperando una buena respuesta.
-A ti.-imbécil. Levantó una ceja cuando esa palabra llegó a su mente desde la mía.
-Ya sé que me ves a mí, Alex, lo que quiero saber es que es lo que ves en mi cuando me miras, incluso ahora, estando muerta y echa un asco, para qué engañarnos.
-¿De verdad quieres saber qué es lo que veo cuando te miro ahora? ¿De verdad?-tragué saliva (ya me entendéis) y asentí.-Veo a la chica de mis sueños.-me abrumé ante ese repentino ataque de sinceridad.-Aunque últimamente, apareces más en mis pesadillas.-continuó.- Veo al amor de mi vida y a la vez veo a la razón que hace que ésta esté vacía ahora. Veo a la persona que debí decirle esto cuando aún había tiempo, la persona con la que todo hubiese dio tan fácil como respirar. Cuando te miro… me veo a mi, contigo. Como si estuviésemos destinados a estar juntos en un mundo o en otro. Llegaste a mi vacía existencia y la llenaste con tu luz pero después te volviste a ir, y volvió la oscuridad de una forma en que jamás creí que existiese, porque ahora era mucho más… yo ya había conocido lo que era estar contigo y no estarlo era…-se calló, tragó saliva y continúo.-Cuando apareciste de nuevo… una parte de esa luz, una minúscula parte, volvió contigo. Mirarte es ver la luz, ver la esperanza que aún debemos tener. Porque tenemos esperanza… porque si tú no vuelves, iré yo y estaré siempre contigo… eso es lo que veo.
-Vaya.-lo solté así. Después me arrepentí, le reprochaba que no me hablase o que me hablase poco y, después de que me abriese el corazón de esa forma yo le había contestado con una tonta, simple e insignificante palabra, que no podía explicar, ni de lejos, lo que pensaba de lo que me había dicho. Pero ante ese “vaya” él simplemente sonrió, cosa que no hacía desde hacía días.
-Mirarte, Dafne, es encontrarme frente a frente con la única razón de querer vivir… pero por otro lado… también me encuentro con la única y más fuerte razón para que no me importe morir.-esta vez fui yo la que le miró horriblemente mal.
-Que estupidez. Esa no es una buena razón para que no te importe morir… yo no soy una buena razón para eso, ni yo, ni nadie merecería tu muerte.
-Cuando la razón de que tu existencia tenga algo de sentido desaparece… ya no importa nada más, por muchos años que te queden por delante. Ya tengo la seguridad de que no encontraré otra razón… a mi me parece una causa más que razonable para morir.
-Las cosas no son así. Yo sigo aquí. Sigues teniendo razones.
-Que sigas aquí no me da razones… solo esperanzas de poder hacer que vuelvas. Pero si no pudiese… en fin, no lo dudaría ni un solo segundo. Tenerte aquí es suficiente, sí… pero no es bastante para siempre… necesito… poder poner mi mano en tu mejilla cuando te digo que todo irá bien, abrazarte tan fuerte que no quepa ni el aire entre los dos… ¿sabes lo que es desear con todas tus fuerzas besar al amor de tu vida?
-Claro que lo sé… y también sé que es desear con toda tu alma, porque ya no te queda otra cosa, besar al “amor de tu muerte”.
-Vaya.-me sonrió un poco. Permanecimos callados unos minutos.- ¿Y tú?
-¿Yo qué?
-¿Qué ves tú cuando me miras?
-¿Yo? Veo luz… supongo que ya habrás escuchado el tópico del túnel y la luz que te llevará hasta el más allá, un lugar mejor… tú eres la luz al final de mi túnel… mi lugar mejor. Nunca me iré de aquí, Alex, siempre estaré donde tú estés, a tu lado… incluso dentro de mil años, cuando ya estés harto de mi. Eres mi puerto seguro, la razón por la que buscaría eternamente la forma de volver a la vida, aunque solamente fuese un segundo a tu lado… Te miro y te veo a ti, sin más ni más.
-Creo que es suficiente, puedo conformarme con eso por ahora. Pero… encontraré la forma, te traeré de vuelta de una forma u otra.
-¿Es suficiente solo por ahora que vayas a ser mi amor eternamente?
-De esta forma, sí.
-De esta y de todas, Alex. Mi corazón siempre será tuyo, incluso aunque ahora esté en un cuerpo que no contr…-me quedé callada. Decirlo en voz alta era lo que necesitaba. De pronto fue como escuchar un “clik” cuando las piezas encajaron.- ¡Eso es!
-¿Eso es qué?
-¡Tú! ¡Tú eres la clave! Siempre lo has sido… mi cuerpo, aunque esté controlado por cualquier criatura… ¡nunca jamás sería capaz de hacerte daño a ti!

jueves, 25 de noviembre de 2010

C

-¿Qué qué?-pregunté, abriendo mucho los ojos. Él ni me miró, ni me contestó. En su lugar miró fijamente el sitio por donde mi cuerpo acababa de desaparecer.- ¿Tu padre?-esta vez al menos tuvo la decencia de asentir con la cabeza.- ¿Cómo va a estar tu padre en mi cuerpo?
-Él no está en tu cuerpo… pero sí controla a quien está en él. Tenemos que ir a ver a Pablo.
-¿Cómo puedes estar seguro de que tu padre está metido en esto?
-Porque ese lobo es suyo.
-¿Y cómo estás tan seguro?
-Lo reconocería en cualquier parte… era su segundo lobo preferido. Su primer lobo, bueno, loba… puedo imaginarme donde está…-arrugó el entrecejo con cara de enfado.-Vamos.
-Pero íbamos a seguir…-antes de que pudiese decir nada más, Alex ya me había dado la espalda y andaba camino al pueblo. Podría haberle ignorado y haber seguido a lo mío, pero habías algunos puntos en mi contra: Alex era mi enlace, por lo que estar separada de él me hacía sentirme un poco agobiada; estaba enamorada de Alex, por lo que estar separada de él, aparte de agobiarme, me hacía sentir tremendamente preocupada por su seguridad. Así que sin más, lo seguí a través de las casa hasta que nos detuvimos ante de la de Pablo.-Estará durmiendo…
-No lo creo.-respondió Alex simplemente. Dio solo un toque a la puerta antes de que esta se abriese. Los ojos de Pablo apenas se posaron en Alex antes de dirigirse directamente a los míos, con cierto aire de interés. Me enfadé, me miraba como si yo fuese el mono más entretenido y fascinante de un zoo. Esta vez fui yo la que fruncí el ceño.
-Así que lo que me ha dicho Max era cierto…-oh, ¿cómo no había caído antes en ese estúpido y entrometido fantasma bocazas?-Pasad.
Se apartó un poco dejándonos pasar. Seguí a Alex hasta el salón, en el que nunca había estado. Alex se sentó en el sofá y yo me deslicé a su lado, quedándome flotando por allí. Pablo cerró y vino a sentarse frente a nosotros. Poco después Max, llevado por su malsana curiosidad, apareció en la estancia para colocarse al lado de Pablo. Lo miré muy mal, por chivato y por meterse donde no le llamaban.
-Veníamos por…-empezó a decir Alex, pero Pablo levantó una mano, haciéndolo callar.
-Sé a qué veníais…-sus ojos volvieron a mostrar todo el interés que había al principio en ellos.-Esto es… increíble. Insólito. Nunca me lo hubiese imaginado…
Fruncí más aún el entrecejo, empezaba a mosquearme. Escuché la voz de Alex en algún rincón de mi cabeza, pidiéndome que me calmase. Me “aclaré” la garganta antes de preguntar:
-¿Qué es tan increíble, insólito y demás bobadas?
-Tú. Sabía que tenías algo… los fantasmas se ligan a personas capaces de ayudarlos… después de lo de tu herida supe lo que eras pero ahora… eres mucho más que una Señora de los Lobos.-me sorprendió un poco su referencia a todo eso de los Señores de los Lobos, pero luego caí en que él debía ser otro y desde hacía bastante puesto que conocía a Max cuando aún estaba vivo… y estaba claro que sabía de que iba todo esto, porque sino Alex no hubiese acudido a él.
-No lo entiendo.-le dije, de la mejor forma que pude.-Sigo sin entender porque te extraña tanto que yo sea un fantasma cuando tienes a otro a tu lado.
-Pero Max era un chico normal y corriente. Él no heredó el gen…
“Los Señores de los Lobos no se convierten en fantasmas, Dafne.” Alex suspiró, cruzándose de brazos. Yo le miré, sin entender.
-Pues entonces está claro que yo no era ninguna Señora de los Lobos.-contesté, como si fuese evidente y ellos idiotas por no darse cuenta.
-Claro que lo eres…-Pablo parecía enfadado porque yo dudase de mi condición.- y como prueba tienes que ahora, incluso muerta, incluso cuando tus poderes deberían de haber desaparecido de este mundo, has conseguido robar un lobo…
-¿Cómo sabes tú eso?-le pregunté. Max no estaba allí, no podía haberle dicho nada.
-Yo sé muchas cosas, Dafne.-me contestó, simplemente. ¿Cómo me pudo caer bien cuando estaba viva? Era un sabiondo, un imbécil, un repelente, un… mejor que me calle, como bien me recomendó Alex.
-¿Y por qué los Señores de los Lobos no se convierten nunca en fantasmas?-pregunté, tratando de irme a otro tema.
-Los Señores de los Lobos no dejan asuntos sueltos en esta vida. Por muy corta que sea. Nuestra… condición nos hace diferentes a los humanos. Sentimos como ellos, vivimos como ellos pero… la despedida es mucho menos dolorosa para nosotros, pues sabemos que tarde o temprano, eso de lo que nos despedimos vendrá hasta donde nosotros vayamos.-me explicó, mirando una única vez a Alex para que yo lo entendiese.-Por eso no sé que haces aquí…
-Su cuerpo sigue intacto, Pablo.-le explicó Alex.
-Ajá.-dijo simplemente.-Claro… eso explicaría muchas cosas… no te mataron.-Este tío era imbécil, me decía que no estaba muerta cuando estaba allí, flotando en sus narices sin una gota de vida en el cuerpo.-Te echaron de tu cuerpo… pero para hacer eso… eso es muy difícil.-parecía hablar con él mismo más que con nosotros.-Imagino…-dijo después de un rato, mirando a Alex- que es tu padre quien está detrás de todo esto, ¿no?
-Sí.
-Ese viejo ambicioso…-parecía furioso.-Debería dejar de hacer eso, no puede ir por ahí matando gente o robando cuerpos…
-No… lo entiendo.-volví a repetir, por segunda vez ese día.
-Tú eras especial, Dafne… eras una entre un millón. Estabas destinada a grandes cosas, a sobresalir, a ser poderosa, a… no tener a nadie que pudiese contigo. Un peligro en potencia para Arturo.-Arturo es el padre de Alex, por si no os lo he dicho hasta ahora.-Imagino que pensaría que el poder de los Señores de los Lobos radica en su cuerpo y no en su alma… pero ya hemos visto cuanto se equivocaba… Tenemos a la primera Señora de los Lobos fantasma… si Arturo se enterase de su error se desgarraría él solo.-y se rió con ganas.
-¿Su error?-pregunté.
-Él pensaba utilizar tu cuerpo, con tus poderes, a su antojo… sino me equivoco, tu cuerpo está ocupada por…-empezó a decir Alex, y llegado a ese punto miró a Pablo, para que confirmase su teoría. Éste asintió, simplemente. Claro que yo ya había escuchado qué es lo que iba a decir Alex. Mi cuerpo estaba ocupado por la jefa de la manada de Arturo.
-Oh.-exclamé.- ¿Cómo…?
-No lo sé. No sé cómo ha podido hacer eso. Lo único que se me ocurre es que después de debilitarte a ti… atacase de muerte a su loba y le ofreciese tu cuerpo como cobijo…
-Pero entonces Dafne debería de haber entrado en el cuerpo de la loba.-comentó Alex.
-A no ser que ese cuerpo donde ella debería de entrar estuviese inutilizable ya, lo que la dejaría…
-Convertida en un fantasma vagando por el mundo.-comprendió de pronto Alex.
-Por lo que no estás muerta…-me miró de nuevo, con una sonrisa expectante.-Lo único que habría que hacer es…
-Lo contrario a lo que hizo mi padre.-terminó Alex.
-Me encanta que os entendáis tan bien, pero yo no me estoy enterando de nada.-les chillé un poco, porque ya me tenían de los nervios. Ambos me miraron entre asustados y enfadados, por lo que me relajé un poco.
-Lo que quieren decir-empezó a decir Max, hablando por primera vez.-Es que Arturo-noté como él no lo llamaba “mi padre”- no te mató en realidad. Lo que hizo fue un intercambio, te debilitó tanto que te dejó al borde de la muerte, y tu alma se vio obligada a abandonar tu cuerpo, decidiendo si morir o vivir. Él aprovechó esos instantes de dudas para atacar a su loba y dejarla en el mismo estado que tú. Así, cuando ella salió de su cuerpo, le ofreció el tuyo como hogar y ella entró en él. Tú tampoco habías muerto, así que podrías haber entrado en el cuerpo de la loba, pero aparte de que los espíritus humanos no están para vivir en cuerpos animales, el estado de esa loba era mucho más crítico que el tuyo, por lo que tú no encontraste sitio al que volver una vez te recuperaste un poco. Eso ocasionó que tu alma se convirtiese en fantasma, pues tu cuerpo, el que te pertenecía legítimamente, seguía vivo en este mundo y tú te hallabas sin él. Digamos que no estás muerta, solo estás en lista de espera de un cuerpo que te sirva, a ser posible el tuyo propio.
Me quedé boquiabierta porque hablaban del asunto como si eso fuese normal, o mejor aún, lógico. Luego caí en la cuenta de que en aquel pueblucho pasaban muchas cosas ilógicas y cerré un poco la boca.
-Por lo que-continuó Pablo.-tú, al no estar muerta, podrías “volver”. Solo necesitarías dejar en un estado muy débil a tu cuerpo, obligando a la loba a salir de él… tú entrarías en tu cuerpo de nuevo con mucha facilidad, puesto que te pertenece y en cierto modo, estáis unidos.-comprendí entonces la sensación que experimenté cuando mi cuerpo se alejaba… como si tirase de mi, e igual incluso lo estaba haciendo.
-¿Quieres decir que puedo volver?-miré un segundo a Alex, con los mismo ojos con los que él me miraba. Había aún una oportunidad, nuestras esperanzas no habían desaparecido aún…
-Sí.
-Pero…-comprendí de pronto lo peligroso que eso podía llegar a ser, intentar que la loba abandonase mi cuerpo…
-Sí, es muy peligroso.-me confirmó Alex en voz alta, para hacer a los otros partícipes de mis pensamientos.-Debería atacarte con la fuerza exacta, ni un poco más, ni un poco menos. Morirías irremediablemente si eso pasase… y si tu cuerpo muere, tú desaparecerás. Él es tu único asunto pendiente en este mundo.-que estupidez que pensase eso, mi asunto pendiente era él, y siempre lo sería. Alex sonrió un poco mientras negaba con la cabeza casi imperceptiblemente.-y sino diese con la fuerza necesaria, solo conseguiría enfadar más a la criatura por no hablar de que a tu cuerpo le podría pasar cualquier cosa.
-Además-añadí, porque parecía que solo se daba cuenta de los peligros que me afectaban a mí, y no a ellos.-podrían mataros.
-Matarme.-me corrigió Alex.-Pero no me importa.-Miré a Pablo, esperando un “no irás tú solo, yo te ayudaré” o cualquier cosa del estilo.-Él no puede inmiscuirse.
-De hecho, estoy haciendo ya demasiado.-comentó Pablo. Lo miré con todo el odio que me había reprimido hasta entonces. Iba a mandar a Alex a una muerte solo.-Yo soy como vosotros, pero no exactamente igual, Dafne.-me lo explicó con cariño, como el padre que le dice a su hijo que no está bien saltar en el sofá.-He vivido mucho más que vosotros porque yo no me meto en asuntos de peleas… soy más bien como… un observador. Sé mucho de muchas cosas por que las he vivido todas, pero desde fuera. Nadie se mete conmigo puesto que no soy ningún peligro. Mi único afán es conocerlo todo, y seguir viviendo para conocer cosas que aún sé. No soy un Señor de los Lobos agresivo… imagino por como os veo que cuando crezcáis vosotros seréis como yo.
-Me da igual.-le contesté.-Me da igual como seas y como sea tu forma de vida. Si algo le pasase a Alex por tu culpa, por no ayudarlo… nunca jamás te lo perdonaría. Créeme que no me iría de tu lado nunca, volvería tu existencia tan penosa que desearías con todas tus fuerzas que alguien le pusiese fin y siendo un Señor de los Lobos tendrías que meterte en alguna pelea de esas de las que huyes para conseguirlo.-lo dije completamente en serio, y todos lo tomaron como tal, el rostro de Pablo se ensombreció un poco. Los fantasmas dan mucho miedo si se lo proponen, incluso al más antiguo de todos los Señores de los Lobos.
La habitación permaneció en un silencio bastante tenso durante unos segundos, hasta que Alex se recuperó de la impresión y se levantó.
-Creo que deberíamos irnos.
-Sí…-le concedió Pablo, y casi le faltó un “y no volver más por aquí”.-Alex… recuerda que ella no puede hacerte nada.- ¿ella? ¿yo? Imagino que hablaría de la loba, yo nunca le haría nada a Alex.-No tiene los poderes de Dafne, ahora mismo es como un humano cualquiera.
-Pero ella llamó al lobo.-dije yo.
-No fue como Señora de los Lobos… sigue siendo un lobo y como tal, puede llamar a sus compañeros para que la protejan. Está indefensa siempre que la localicéis lejos de Arturo.
-Eso será lo difícil.-comentó Alex, saliendo cabizbajo de la casa. Yo le eché una última mirada de advertencia a Pablo antes de salir y luego seguí a Alex.

jueves, 26 de agosto de 2010

B

-Dafne, ese no puede ser tu cuerpo.
-Pues lo es.
-No, si fuese tu cuerpo, tú no podrías estar aquí, si tu cuerpo siguiese intacto, como lo está ese, tú seguirías viva. Ya te expliqué que no era fácil matarte, para hacerlo tuvo que destrozar tu cuerpo.
-Pues no lo hizo.
-¡Pero eso es imposible!-lo miré muy mal, demasiado mal tal vez. Y para acompañar a la mirada enfurecida de un fantasma, se me escapó un gruñido directamente desde la garganta. Vi el miedo en sus ojos y reaccioné rápido, volví a la normalidad recordándome lo difícil que era cuando Max se pasaba conmigo de ese modo. Pero yo no me imaginaba como alguien que diese miedo ni mucho menos, por eso me impactó tanto ver como el cuerpo de Alex temblaba ligeramente.
-Lo siento.-tuve que esperar unos segundos antes de que Alex volviese a la normalidad, pero al menos, el se recuperaba en mucho menos tiempo del que yo lo hacía.
-¡Vaya!-después de “volver en sí” parecía maravillado con mi nuevo don fantasmal para asustar. Yo, por mi parte, me sentía un tanto avergonzada por mi comportamiento.
-Voy a seguir…la.-iba a decir “me” pero no era yo quien estaba en ese cuerpo, por mucho que me perteneciera.
-No.-fue un no rotundo. Que irónico que ahora me estuviese dando órdenes cuando hacía solo unos segundos había estado tiritando de puro terror por mi culpa.
-Claro que sí, es mi cuerpo el que está ahí abajo.
Y sin decir una palabra más, atravesé su pared hacia el exterior y me dejé caer sobre el jardín. Ventajas de ser un fantasma, supongo, todo no podía ser malo.
Una vez cerca de “ella” pude ver claramente que era mi cuerpo, sin lugar a ninguna duda. Era yo. Me quedé boquiabierta y empecé a pensar en porque mi cuerpo seguía allí, en el mundo de los vivos, y yo me pudría en el mundo de los muertos. Un ataque de ira (que afortunadamente pude controlar a tiempo) me inundó. Cuando me fui a dar cuenta, había desaparecido entre algunos árboles y Alex estaba a mi lado. Me giré de mala gana.
-No tenías que seguirme. Yo ya estoy muerta y no pueden hacerme nada.
-Me da igual.-suspiré y seguí a la sombra en la que se había convertido mi cuerpo. Estábamos muy cerca, así que Alex procuraba no hacer ruido, e incluso yo lo intentaba, nunca se sabe cuando un humano puede tener la capacidad de ver/oír/sentir a un fantasma.
“¿Te convences?”Pensé en alto, y en un tono algo pedante, para ser sinceros.
“No lo sé.” me contestó tras unos segundos. “Nada de esto tiene lógica alguna.”
“No es lógico, pero que no lo sea no significa que sea mentira, ¿no?” no me contestó, simplemente se encogió de hombros. Tras unos minutos más persiguiendo a mi cuerpo y a su ocupante, Alex se paró en seco y siseó un poco entre dientes, como si estuviese furioso. “¡Calla, imbécil! ¡Te va a escuchar!”
-Ya me ha escuchado.-no se molestó en pensarlo, simplemente lo dijo. Entrecerré los ojos y pensé en como se había dado cuenta de eso, de pronto lo supe. Pocos metros más allá de donde estábamos, apareció un enorme lobo, que nos enseñaba los dientes, complacido de tener algo que llevarse a la boca. Yo no me asusté mucho, claro, a mi ya poco podía hacerme, pero Alex… eso ya me asustaba más.-Están demasiado lejos... están demasiado lejos…
-¿Quiénes?
-Mis lobos.-murmuró, dando un par de pasos atrás. Cogí mucho aire, o hice como que lo cogía, costumbres de la vida que debía seguir teniendo ahora, supongo.
-Pues corre y vete.
-No podré correr mucho, me cogerá. Necesito tiempo para que mis lobos lleguen aquí.
-No tenemos tiempo.-rechiné los dientes ante el lío en el que había metido a Alex.-No deberías haberme seguido.
-Cállate.-dio otro par de pasos atrás, muy lento. Yo, en cambio, me adelanté.-¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?
-Intento darte el tiempo que necesitas.
-¿Cómo?
-Los lobos pueden ver a los fantasmas, ¿no?
-No va a pararse a escucharte.
-Bueno, ¿se te ocurre algún plan mejor?-contrajo la cara, y yo me adelanté otro par de pasos. Ya estaba muy cerca del lobo y lo miré fijamente a los ojos. Este también tenía ojos de persona, pero de una persona… demasiado oscura.-Por favor…-no había pensado mucho en qué decirle, la verdad. El lobo permanecía con los ojos fijos en Alex, mientras salivaba. Obviaba mi presencia, al parecer, no podía compararme al olor de Alex.-Por favor…-tenía que conseguirlo, tenía que darle la oportunidad de escapar a Alex, no podía dejar que ese lobo lo despedazase y lo enviase a mi mundo, él debía vivir. Estos sentimientos debieron de impregnar mi voz, por que el lobo dejó de mirar a Alex y me miró a mí. Giró un poco la cabeza hacia un lado, como si estuviese evaluándome.-No lo mates… no lo hagas… por favor.-desvió sus ojos hacia Alex, pero volvió a mirarme.-Él no debería estar aquí… me ha seguido, solo quería que yo estuviese bien (que estupidez, como si le pudiese pasar algo a un espíritu)-Por favor… por favor…-no me salían otras palabras. El lobo volvió a mirar a Alex, tardó un poco más que antes en volver a posar sus ojos de persona en mí, y cuando lo hizo, sus ojos eran un poco más claros.-No podría soportar que lo matases, ¿sabes? Si estuviese viva te diría que me moriría de pena si eso ocurriese, pero estando muerta esa es una afirmación un tanto estúpida. Lo más probable es que, en mi estado, enloqueciera. Dejara de ser consciente de cuanto me rodea y crease mi propio mundo feliz y completo… Por favor, puede que te hayan enviado a cumplir la misión de matarle, pero no puedes hacerme esto a mí, nadie te ha enviado a acabar conmigo y sin embargo, lo harás.- ¿Por qué Alex seguía allí parado, mirándome boquiabierto en vez de aprovechar el tiempo que le estaba dando y largarse? ¡Imbécil!-el lobo gruñó y se giró hacía Alex, pensé que era demasiado tarde, saltaría sobre él, acabaría con él… y conmigo. Tragué saliva y el lobo aulló, pero parecía más bien de dolor. Entrecerré los ojos y presté más atención. No iba a saltar, se había detenido justo a mi lado. De pronto, pasó su cabeza por debajo de mi mano, para acariciarlo. Y a él si podía acariciarlo, podía tocarlo como si yo fuese real o él un fantasma. Abrí la boca formando una O.
Alex se acercó, a salvo.
-¿Cómo lo has… hecho?-parecía alucinado.
-¿El qué?
-No se pueden robar los lobos de otros Señores así como así… los lobos tienen una enorme alianza con sus Señores… es como si no tuviesen voluntad, solo existe para ellos lo que sus Señores les digan que existe. Para robar un lobo tendrías que hacer que el lobo se doblegue a tu voluntad, pero para eso, primero debería hacerle frente a su Señor… rebelarse contra él, ¿lo entiendes? Eso es doloroso para ellos, como si se desgarraran por dentro…
-Oh.-no esperaba aquel torrente de información.-entonces…-miré al lobo, que aún seguía feliz bajo mi mano.
-Ese lobo es tuyo.
-Bueno… me lo he robado a mi misma ¿no?-si era de quien estaba en mi cuerpo, se lo merecía.
-No.
-Entonces…
-Se lo has robado a mi padre. Como ya me supuse, está detrás de esto.

lunes, 23 de agosto de 2010

A

Sí, ya sé que he estado un tanto desaparecida (bastante, vale, vale), no me lo tengáis muy en cuenta, más bien pensad que es todo un milagro que pueda seguir escribiéndoos, puesto que los fantasmas no lo tienen nada fácil para estas cosas.
Sí, soy un jodido fantasma, encerrada en este lugar que no entiendo mucho, sin poder avanzar, pasar página, descansar en paz y esas cosas que deberían de poder hacer los fantasmas.
Bueno, supongo que en esencia, recordaréis lo último que os pude contar, no había mucho más allá de que yo era una Señora de los Lobos (personas con una extraña conexión con los lobos, pero que, además, era una Señora, cosa poco común lo que me convertía en un peligro aún mayor), intenté huir pensando que Alex (el amor de mi vida y probablemente, ahora lo sería de mi muerte) era un licántropo que me ocultaba cosas, aunque finalmente resultó ser otro Señor de los Lobos, y quien me contó todo lo que debería de haber sabido antes, puesto que para cuando me lo contó, yo ya tenía los minutos contados. Paramos, descansamos, vimos amanecer, o al menos, esa fue nuestra intención… después apareció su padre, un tipo que no envejece (aunque eso es cosa de su condición de Señor de los Lobos), con muy mala cara y peores intenciones, cuyo mayor afán era acabar con mi vida, cosa que como todos sabemos, consiguió.
Y de pronto me vi fuera de mi cuerpo, viviendo en el mismo mundo pero sin pertenecer a él, escuchando la reprimenda de Max (mi amigo el fantasma) por no haberle hecho caso, por haber huido, por no ser menos… cabezota.
Retomaremos la historia desde ese punto, será lo mejor. Remontémonos a ese momento, a cuando le vi:

Cuando desperté no estaba en el mismo sitio y no me sentía bien. La cabeza me daba vueltas y mirase donde mirase, los colores y el aire me daban dolor de cabeza. Sobre mi se inclinó la cabeza de Max, girándola de un lado a otro.
-¿Max?-pregunté, al tiempo que me incorporaba, con una ligereza casi sorprendente. Lo miré fijamente, también él había cambiado.
-No puede ser.-musitó, tan bajo que creí que me lo había inventado.
-¿Dónde estoy?
-No es exactamente la pregunta acertada, Dafne.
-¿Y cuál es la pregunta?
-La pregunta es cómo estás.
-Estoy bien.
-Sí, en eso coincido contigo.
-Estoy bien.-repetí, puesto que parecía que no se lo creía.-Estoy perfectamente.
-Sí. Estás perfectamente muerta, Dafne.
-No digas idioteces, Max.
-Mírame, por favor ¡soy igual que tú! O más bien, tú eres igual que yo.
Oh, y claro que tenía razón, no podía ser de otra manera, él era como yo ya no lo veo medio transparente, ni relucía de esa forma tan extraña en la que solo un fantasma (visto desde los ojos de alguien vivo) puede relucir. Ya no era un fantasma, ahora era real, real en el sentido de que su mundo era ahora el mío, los fantasmas eran los otros, los que aún vivían, cuyos corazones aún latín y aún podía respirar. Cogí mucho aire, como si lo necesitase, qué estúpido comportamiento de vivos, de poco me iba a servir ya respirar.
-Estoy muerta.-sí, una observación completamente prescindible, pero comprendedlo, cuando te mueres así, sin esperarlo ni nada, y te encuentras en el mundo de los fantasmas, con tu amigo el fantasma que ahora parece no serlo, necesitas decírtelo en voz alta para asimilarlo todo, aunque sea solo un poco.
-Sí.-eso también era prescindible por parte de Max, podría tener un poco más de tacto conmigo, puede que él ya lleve mucho tiempo muerto y esté más que acostumbrado a todo esto, pero morirme no entraba dentro de mis planes más inmediatos.
-¿Y cómo está Alex?-preguntar por él en vez de hacer alguna pregunta acerca de mi muerte, de por qué no había cruzado y aún seguía allí demostraba mucho, demostraba cuanto me importaba, cuanto le quería y cuanto iba a sufrir con este nuevo “estado”…
-Alex está bien, él solo se quedó inconsciente unos minutos, luego su padre lo llevó de vuelta a casa.
-Eso está… bien.-murmuré como pude. Saber que Alex seguía vivo era un alivio, suficiente tenía con todo esto como para tener que soportar que él hubiese muerto por mi estúpido intento de fuga. Después me vino el egoísmo, que siguiese vivo solo significaba una cosa, nunca íbamos a estar juntos, nuestra historia se había quedado a medias, como un libro al que le falten la mitad de las hojas, él se volvería a enamorar, sería feliz con otra, quizá, cuando fuese mayor, tuviese hijos (ya sé que no iba a ser mucho mayor pero ya me entendéis). Sería feliz, aunque fuese con otra, eso último no era bueno, pero era todo lo que tenía.-Y… ¿qué hago yo aquí?
-Pues no lo sé. Si sigues aquí significa que sigues teniendo un asunto pendiente, ¿se te ocurre alguno?-me miró mal, yo ya sabía cuál podía ser mi único asunto pendiente, y probablemente no hubiese manera fantasmamente posible de solucionarlo.
-¿Alex?-lo pregunté, como si hubiese algún tipo de duda al respecto.
-Alex.-volvió a mirarme mal. De pronto caí en el motivo. Yo había muerto, mi muerte no solo me afectaba a mí, Max había perdido su enlace con el mundo de los vivos, su oportunidad de resolver su asunto y cruzar a dónde demonios tuviese que irse.
-Lo siento mucho, de verdad.-murmuré, agachando la cabeza.
-¿Lo sabes?-arqueó una ceja y me miró.
-Sí, yo no quería que te quedases aquí atrapado para siempre…
-¿Qué? Para, para, para.-lo miré sin entender.-La razón de mi enfado no es esa, yo aún tengo esperanza, podría cruzar y ser feliz, otros pueden verme allí y ayudarme a solucionar mis asuntos. Contigo hubiese sido más fácil, no lo dudo, pero podré salvarme.
-¿Entonces?
-¿No lo entiendes? Para mí hay aún esperanza, porque tú no eras mi asunto pendiente, otros pueden ayudarme pero…
De pronto todo tuvo sentido, porque Max estaba triste y enfadado, porque no era a él a quien le afectaba mi muerte directamente… todo encajó tan perfectamente que casi pude escucharlo.
-La abuela.-yo era su asunto pendiente, que yo siguiese a salvo, que no… muriese. Y aquí estaba yo, irremediablemente muerta, y ella…-¿Dónde está?
-No lo sé. Nunca he estado allí.
-¿Allí?
-Sí, allí, en el lugar donde se van los espíritus que han fracasado en su misión, los que ya no tienen asuntos que solucionar porque no los solucionaron cuando debieron… se podría llamar el lugar de las almas perdidas, supongo…-suspiró, oh, bueno, no podía suspirar.
-Lo siento. Muchísimo.- agaché la cabeza y si hubiese tenido lágrimas las habría dejado caer con gusto, pero no, un fantasma no tiene lágrimas que derramar, lo único que puede hacer es… sollozar, aullar de puro dolor.
-No debería pagarla contigo.
-No, págala conmigo, yo y solo yo soy la culpable de todo esto. Debí haberme quedado en casa, tal vez allí, con tanta gente, no me hubiese atacado, yo seguiría viva y tú podrías seguir con la abuela… lo siento.
-No, era mucho para ti, lo entiendo perfectamente, tenías que alejarte un poco de aquí, verlo todo con un poco de perspectiva…
“Tragué saliva”, si puedo llamarlo así, y paré de sollozar.
-Deberías ir a ver a Alex, lo ha pasado muy mal esta semana, él piensa que estás muerta.
-Lo estoy.
-No del modo en el que él piensa, sigues aquí aunque sea a medias, intenta solucionar lo que demonios tengas que solucionar con él y procura cruzar cuanto antes. Si no te quedarás aquí atrapada, como yo, sin saber ya si quiera cual era tu asunto pendiente.
-Has dicho… esta semana… cuánto hace que…
-5 días.
-Ah.
-Vamos, ve con Alex…
-No sé moverme.-puntualicé, en lo único que había variado mi posición era en el movimiento de cabeza y en haberme levantado, no sabía andar, por así decirlo.
-Ya no tienes que andar.-dijo como si hubiese escuchado lo que pensaba, me pregunté si al estar muerta esa extraña conexión que había entre nosotros habría cambiado también. Al no obtener respuesta sobre esto imaginé que sí, mi mente era solo mía, Max ya no entraba.-Tienes que deslizarte, solo piensa donde quieres ir, y te deslizarás hasta allí, no es muy difícil, de verdad, cierra los ojos y déjate llevar.
Cerré los ojos y pensé en ir a ver a Alex, a su cuarto, donde casi con seguridad lo habría encerrado su padre. De nuevo volvía a sentir ese dolor punzante que me obligó a lanzar un alarido.
-No quiero ver a Alex.-dije al fin al abrir los ojos.-No lo soportaría.
-Tienes que verle, Dafne… él es tu asunto, debes solucionarlo.
-No… puedo. Ya te he dicho muchas veces que no podría vivir sin Alex, y ahora… por muy cerca que esté de él, siempre estará demasiado lejos, no quiero tener que ver como se vuelve a enamorar… no podría con eso.
-Pues soluciónalo todo antes de que eso ocurra. Yo lo tuve que pasar, no es agradable, pero… sabes que en el fondo, en algún rincón de su corazón, él estará pensando en ti.
Volví a mirar a Max, con ese dolor que desearía poder expresar con lágrimas y que no podía, después cerré los ojos y deseé con todas mis fuerzas estar al lado de Alex. Y de pronto lo sentí, estaba allí, junto a él.
Allí era de noche, aunque yo veía todo perfectamente, él estaba tirado sobre la cama, bocarriba y con la luz apagada, pero tenía los ojos completamente abiertos, y también completamente rojos, con ojeras y un aspecto horrible, como si llevase días sin dormir y sin parar de llorar, no dudé en que así era. Me paré al lado de la cama y lo miré, sin saber si él me vería sentí una especie de chispazo que me recorrió el “cuerpo” y de pronto pude escucharle perfectamente, solo que él no abría los labios. El muy estúpido pensaba demasiado alto, y demasiado triste y demasiado… demasiado todo, al menos para mi. No sabía que estaba allí, pero no dudaba que me empezó a escuchar, se puso rígido y aunque no me miró, se imaginó que yo estaba allí, bueno, primero pensó que al fin se había vuelto loco, se alegró de eso y se dijo que de esa forma no dolería tanto.
-Ahora eres tú el ridículo.-pensé que al menos tenía una oportunidad de decir adiós, porque él me veía, no como le pasó a Max con la abuela.
-No… no… no puedes seguir aquí.-murmuró, luego se sentó en la cama y encendió la luz, para mirarme con esos ojos perfectos suyos, empapados en lágrimas y en dolor. Estuve a punto de soltar otro alarido, pero era lo que menos necesitaba él en esos momentos.-Deberías de haber avanzado, Dafne…
-No sé como llegaste a suponer en algún momento que no me quedaría, que no tenía asuntos pendientes en este sitio.
-Da igual… deberías de haber cruzado, haberte marchado lejos y haberme dejado solo a mi, con mi dolor y mi culpa.
-¿Tu culpa?-me agaché, poco a poco iba haciéndome con el control de mi cuerpo.
-Todo fue culpa mía, debería de haber continuado, haberte sacado de la nada y haberte llevado a un lugar lleno de gente donde mi padre no pudiese actuar como lo hizo, pude salvarte y en lugar de eso todo lo que hice fue quedarme inconsciente a tu lado mientras mi padre te mataba…
-Hiciste suficiente.
-No lo hice.
-Claro que sí, estuviste conmigo, eso siempre ha sido suficiente.-murmuré, mirándolo con un dolor que jamás había sentido antes.
-Si has venido a vengarte desde el más allá, adelante, no pienso resistirme.-de repente, el dolor desapareció un poco y en su lugar llegó una dosis muy cargada de exasperación.
-Dime, ¿El encierro te vuelve imbécil o es alguna otra cosa?-me miró muy mal, casi tanto como yo.-Es obvio que yo jamás habría vuelto para vengarme de ti. No estoy aquí por eso.
-¿Entonces?
-Supongo que estoy aquí porque te quiero.
-No sé qué es peor.
-La venganza, claro.
-Que me matases hubiese sido menos doloroso, una vez muertos tal vez hubiésemos podido estar juntos. Que no vengas a matarme significa que deberé seguir aquí, sin ti.
Me encogí ante sus palabras, ese era nuestro destino, nuestra historia de amor, que se había acabado incluso antes de empezar, todo era deprimente, pero me sobrepuse como pude, normalmente siempre le tocaba a él hacerse el fuerte y darme ánimos, esta vez esa era mi misión, debía dejarle feliz para poder avanzar, ese era mi asunto, y tenía que hacerlo pronto, antes de que su felicidad radicase en estar con otra que no fuese yo… de pronto lo escuché reírse y cuando lo miré me miraba, se estaba riendo de una forma casi macabra, y se estaba riendo de mi.
-¿Te hago gracia?-mi humor seguía siendo el mismo, la muerte no lo había cambiado en absoluto. El asintió, supongo que de acuerdo con mis pensamientos.
-No me reía de ti, me reía de lo que pensabas.-repasé los últimos pensamientos que había tenido, desde luego, ninguno de ellos era gracioso.-sobre lo de verme feliz junto a otra, desde luego no conoces nada de las historias de amor de los Señores de los Lobos.
-Sabes que no.-contesté.
- Los Señores de los Lobos… no se enamoran con mucha facilidad. El amor, como tal, solo existe una vez para ellos, a lo largo de su casi infinita vida, solo aman una vez. Me refiero a ese tipo de amor con el que ya no necesitas nada más, solo estar con la otra persona… ella te da el aire que necesitas, el mundo gira a su alrededor, el tiempo solo pasa porque ella está ahí para recordarte que existe. Si la persona a la que amas de esa forma muere, nunca más amarás a otra, y tampoco lo necesitarás, habrás tenido todo el amor que debe tener una vida… incluso mucho más.
-Así que solo te enamorarás una vez.
-Así que solo me enamoré una vez.-noté el uso del pasado.-Y tú también, aunque bueno, muerta no creo que necesites enamorarte de nadie.
-Tampoco viva lo necesitaría. Ya lo tenía.
-Ya lo teníamos. Lo nuestro hubiese sido perfecto ¿sabes? Probablemente discutiríamos demasiado a menudo, pero sobre cosas ridículas, como de qué color pintar el salón y si queremos una hija o un hijo, o los dos. Tú y yo estábamos hechos el uno para el otro, hubiésemos sido felices casi sin querer. Es así como funciona, tranquilízate, no tendrás que vagar por aquí a la espera de que me vuelva a enamorar, no lo haré, mi amor ya pasó, tú eras mi amor, toda la vida te he esperado y toda la vida te seguiré queriendo, sí, suena jodidamente cursi, supongo que es así. En todas estas historias de ambición y poder de las que te he hablado sobre los Señores de los Lobos debía haber algo noble, algo bueno, y eso siempre ha sido el amor.
-¿Y ya está? ¿Yo me muero y tú no puedes rehacer tu vida con otra? No es muy justo.
-No sería justo si alguien me lo prohibiese. Pero nadie me prohíbe volver a hacerlo, es más una cuestión de… falta de ganas. Ya no habrá más mujeres, nunca, yo no las veré, puedo quererlas, pero no será este amor, puedo quererlas como a una madre, como a una hermana, como a una amiga… nunca como a ti.
-¿Quieres que me sienta aún peor? Yo cruzaré, y supongo que al irme de este sitio, no sufriré nunca más, seré feliz a mi manera, y tú mientras estarás aquí, con muchas madres, hermanas y amigas, pero sin alguien que te quiera como yo.
-Jamás encontraría a alguien que me quisiera como tú, ni aunque vivieses. Y no deberías sentirte mal, me has dado mucho más de lo que piensas, sé que me quieres. Es mucho más de lo que podía pedir.
-Como si alguna vez hubiese habido otra opción, ¿no?-de pronto lo entendí, nunca había habido otra opción, y todo el mundo lo sabía. Traté de llevar el tema a otro lado, uno menos doloroso que no hablase de nuestra inmediata separación.-Y en el caso de que, por ejemplo, te hubieses enamorado de una humana normal y corriente y no de, como me dijiste que era, una Señora de los Lobos… tú seguirías siendo joven y guapo mientras ella se pudriría y moriría con el paso de los años, ¿no?
-Sí, y ninguno de los dos lo lamentaría, yo habría sobrellevado bien su pérdida tras una vida entera a su lado, habría seguido mi vida como pudiese y hubiese esperado a que llegase mi hora, luego, donde quiera que ella hubiese ido, me hubiese reunido con ella. Ella lo hubiese llevado igual, hubiese tenido una vida plena y feliz conmigo, habría envejecido y habría tenido hijos, y tal vez incluso nietos, habría tenido una vida perfectamente normal, solo que su marido siempre hubiese presentado el aspecto de un hombre de veintitantos. Hubiese sido feliz, hubiese muerto feliz y hubiese esperado lo que tuviese que esperar para reunirse con él. Supongo que por eso me duele tanto esto.-y de nuevo lo llevó al terreno del que yo quería huir.-yo ya había dado por supuesto que no habría separación que tener que soportar, que siempre estarías aquí, tanto tiempo como fuera necesario, que viviríamos felices, tendríamos hijos y algún día nuestros hijos tal vez parecieran nuestros hermanos, una vida completamente feliz e interminable a tu lado, eso era lo que conseguía cuando mi amor era una Señora de los Lobos…
-Y de pronto me dejé matar y acabé con tus ilusiones, tu historia feliz desaparecía, tus planes, tus…
-Mis todos. Supuestamente debería superarlo ¿sabes? Así funciona esto, tú te mueres y yo, tarde o temprano, te sigo, pero sigo viviendo como si no hubiese nada que me doliese y me obligase a buscar una forma de seguirte, seguir viviendo a toda costa, ese es el plan. Pero contigo todo es más complicado de lo que debería.
-Me lo puedo imaginar. Nunca pensaste que tu novia sería un fantasma.
-Nunca pensé que pudiese querer tanto a un fantasma. Nunca. Nunca.-miró por la ventana desde la cama. Yo me moví un poco y me acerqué a la ventana y miré a través de ella, para mi era como si fuese de día, veía perfectamente a través de la oscuridad reinante.
-Yo nunca pensé que se pudiese querer tanto a alguien, fuese lo que fuese ese alguien.-murmuré muy bajo, pero a sabiendas que si no lo escuchaba de mis labios lo escucharía de mi mente. Fue un alivio pensar que no debería de escuchar sus pensamientos hacia otra en su cabeza. Un verdadero alivio. Me volví a acercar a él un par de pasos y me miró.
-Tienes los mismos ojos de siempre.-me dijo, sonriendo un poco. La culpabilidad pasaba un poco, eso me alegraba bastante.
-Y…oh.-de pronto, cuando iba a decirle que él seguía teniendo los ojos más bonitos que yo nunca había visto, sentí como si alguien tirase de mi, me sentí confundida, mi enlace con este mundo ya estaba claro, era Alex. ¿Qué más había aquí capaz de tirar de mi de esa forma?
Me quedé a un palmo de atravesar la ventana, Alex se levantó y se puso a mi lado, preocupado.
-¿Qué ha pasado?
Yo no contesté, estaba bastante ocupada en mirar por la venta y ver esa silueta más que conocida.
-Esa… soy yo.-dije, tan sorprendida que casi no era capaz de pronunciar palabra.
-Eso no puede ser…-Alex parecía nervioso, él tenía buena vista, vale, pero no podía comparar su visión en la noche con la mía, ese cuerpo era MI cuerpo, no uno parecido, sino el MÍO… lo sentía perfectamente, ¿Qué qué otra cosa podía tirar de mi de esta forma, que no fuese mi enlace, que no fuese Alex? Por supuesto, esa otra cosa era, ni más ni menos, que mi cuerpo, intacto y sin ningún rasguño (tal vez un par), mi enlace más fuerte con el mundo de los vivos, pero sobretodo, mi enlace más fuerte con Alex.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Día 101

Permanecí tanto tiempo callada y ensimismada que para cuando me di cuenta, era ya noche cerrada. Al fin lo miré, a tiempo de ver como tamborileaba con los dedos sobre el volante al ritmo de una canción que sólo él sabía. Cuando se dio cuenta de que le miraba me miró de reojo.
-Espero no haberte molestado.
Negué con la cabeza, pero no pronuncié palabra. No me había molestado. Bueno, no tanto como para que tuviese que tomárselo en serio. Suspiré y miré por la ventanilla.
-Me gustaría bajarme y tomar un rato el aire.-susurré, pensé que no me habría oído, pero segundos después aparcó en el arcén y me miró, asintiendo.-Gracias.-murmuré mientras bajaba a toda prisa del coche. Anduve entre la hierba alta, hasta que me consideré lo suficiente alejada del coche y lo suficientemente cerca de la orilla del río. Allí me senté y me abracé las rodillas. Intentando poner un poco de orden en mi cabeza. No sé cuanto llevaba allí cuando escuché a alguien acercarse, me giré rápido, a tiempo de ver como Alex llegaba y se sentaba a mi lado.
-No me parece seguro dejarte aquí sola.-asentí, pero no hable.-A mi tampoco me gustan, ¿sabes?-lo miré sin entender y él me devolvió la mirada, con una leve y triste sonrisa en la cara.-Las mentiras.-me aclaró. Lo seguí mirando, porque aún no entendía a qué venía aquello.-Y no me gusta mentirte-continuó.- pero… a veces las mentiras son mucho más creíbles que la verdad, menos peligrosas y… en fin, más seguras.
-¿Intentas decirme que sigues mintiéndome, Alex?-le pregunté, clavando mis ojos en el reflejo de la luna sobre el agua tranquila del río. No me lo podía creer, ese estúpido seguía mintiéndome. Lo escuché suspirar.
-Sí.-esa afirmación se me clavó en el alma con fuerza.
-¿En qué?
-En todo. Nada de lo que te he dicho es verdad.
-¿Cómo dices?-lo miré, tratando de tragarme toda la rabia que me invadió de repente. Volvió a suspirar.-No necesito tus suspiros, Alex, necesito tus verdades.
-Estuve pensando durante semanas que mentira podría contarte y que tú la creyeras para alejarte de ese pueblucho de mala muerte. Nunca confié en que esta funcionase, porque era una completa locura…
-Durante los últimos meses, mi mejor amigo ha sido un fantasma, perdona si creo que locuras.-murmuré. Él sonrió un poco.
-Supongo que no pensé en eso. Me costó creer que hubieses creído que era un hombre lobo con esa facilidad.
-No eres normal, eso lo tuve claro desde siempre. Tenías que ser algo y me diste ese algo que tenías que ser. No pensé que tuviese que dudar de tu palabra, aunque veo que me equivoqué.
-No me estoy portando como debería, Dafne.-movió la cabeza de un lado a otro.-Debería de contarte lo que está pasando, lo que pasa desde siempre. A fin de cuentas, formas parte de esto tanto como yo, aunque tú no lo sepas.
-¿Y cómo podré saber que esta vez no hay engaños?
-Lo sabrás. Simplemente lo sabrás.
-Bien. Explícame qué eres.-de pronto me quedé sin teorías, desde hacía tiempo pensaba que era un hombre lobo, no dudé en creerle cuando me lo contó y ahora que me negaba que lo que había dicho fuera cierto ya no sabía que creer.
-Bueno, sí es cierto todo lo que te he dicho antes, he procurado mentir lo menos posible, todo lo que te he dicho que sentí lo sentí de verdad. Sólo que… no era yo quien te salvó, no era yo quien corría libre… yo no era el lobo, era su conciencia, veía lo que él veía, sentía lo que él sentía, pero no era yo.-arqueé las cejas, sin entender absolutamente nada.-yo no soy un hombre lobo, pero mi vida está muy ligada a esos animales. A la gente como yo se nos conoce por los Señores de los Lobos, cada vez quedan menos, ¿sabes?
-¿Señores de los Lobos?
-Sí. Los Señores de los Lobos tienen un poder especial sobre estos animales, consiguen domarlos, controlarlos, pero es una unión mucho más importante… existe una conexión especial, conseguimos ser amigos de los lobos, sentir lo que sienten y vivir lo que viven, conseguimos que nos hagan caso de tal forma que se forma una especie de… manada, de la que el Señor de los Lobos es el jefe, de forma que cuando uno de los lobos de la manada muere, el Señor de esa manada siente como una parte de él muere con él, y cuando el Señor es el que muere…
-¿Si?
-Son sus lobos los que mueren con él. Por eso se intenta que la manada sea lo más pequeña posible, porque así no será una gran pérdida.
-Vale, vale… ¿me estás diciendo que eres un Señor de los Lobos?-asintió.
-No somos fáciles de matar, no te creas.-continuó.-Los Señores de los Lobos tenemos una vida muy larga, tan larga que a veces perdemos la memoria de como empezó todo.
-¿No morís nunca?
-Normalmente, mueren muchos de los nuestros.
-No lo entiendo.
-Es el poder, ¿sabes? Muchos desean más de lo que tienen, la única forma de que un Señor de los Lobos muera es que otro Señor de los Lobos lo mate. Y así se desarrolla la guerra normalmente. Tú tienes una manada más grande que la mía y más poder que yo, eres un obstáculo así que te mato, acabo con el enemigo y escalo un peldaño más.-me estremecí con sus palabras.
-¿Has matado a alguien?
-Oh, no, yo no soy de esos, no ansío poder en absoluto. Me basta con lo que tengo pero eso no impide que para otros parezca un estorbo.
-Entonces, eres tú quien huye.
-No. A mi no me importa que me maten, Dafne, lo que no soportaría es que te matasen a ti.
-¿Por qué iban a matarme a mi?
-Porque tú eres como yo.
-¿Qué?
-Sí, pero no lo sabes.
-Oh, claro.
-Sí que eres como yo, Dafne. Me atrevería a decir que mucho más. Eres una Señora de los Lobos, pero hay mucho más que eso… tu familia… normalmente esto se hereda, ¿sabes? Y normalmente pasa de padres a hijos, no a hijas. Tu familia ha sido siempre una de las importantes en este mundillo, se esperaban grandes cosas de tu padre, pero alguien…
-¿Me estás diciendo que aquello no fue un accidente?
-Por supuesto que no fue un accidente. Un accidente no habría acabado con la vida de tu padre.
-¿Mi padre era un Señor de los Lobos?
-Sí.
-¿Sabes quien lo mató?
-Sí.
-¿Me lo dirás?
-Sí. Mi padre.-se me abrieron los ojos, me quedé sin aire, y por poco me caigo allí mismo.-Y ahora va a por ti. Normalmente este gen o lo que sea, no se transmite a las niñas, cuando acabó con tu padre en mitad de aquel “accidente” dio por sentado que tú estabas muerta, nunca jamás imaginó que vivías y mucho menos lo que eras. Hasta que volviste al pueblo, y te vio y supo que seguías viva, que habías sobrevivido a algo a lo que nadie hubiese podido sobrevivir. Desde entonces intenta matarte cada vez que puede.
Me ardían las mejillas de puro odio. Y apreté los puños, tratando de tranquilizarme.
-¿Por qué viene a por mi si yo no sabía nada de esto? No tengo ningún lobo en “mi manada”, ni tengo idea de como se hace eso. ¿Y cómo te has enterado tú de todo esto? ¿Te lo ha contado él?
-Verás, desde el primer momento supe que mi padre no te tragaba, y siempre me pregunté porqué. Luego me enteré de lo que era yo y luego… luego vi lo de tu herida.
-¿Mi herida?
-Sí, la de tu brazo. ¿Recuerdas la facilidad con la que te curaste? A mi me pasa eso, pero no con los lobos. Los lobos de otros son los únicos que pueden dejar marca en mi, podría clavarme un cuchillo y cuando lo sacase la herida desaparecería, si un lobo me mordiese, su mordedura estaría siempre ahí.
-Entonces no soy como tú.
-Te he dicho que eras mucho más. Como te he dicho normalmente este gen sólo está en los varones. Cuando vi lo tuyo investigué… hay muy pocos casos en chicas, y todas ellas han presentado una asombrosa resistencia a los lobos de otros Señores, estáis un paso por delante nuestra, no os afecta lo que a nosotros nos mata…
-Eso significaría que soy inmortal.-contesté moviendo la cabeza.
-No lo eres.-Alex clavó los ojos en el horizonte, donde el sol ya empezaba a asomar.-que tus heridas provocadas por un lobo cicatricen en seguida no significa que si un lobo te despedaza puedas sobrevivir.-me explicó. Asentí, por algún extraño motivo no me estaba costando mucho trabajo aceptar todo aquello.
-Pero sigo sin ser un peligro para su poder.-susurré.
-Eres uno de los mayores peligros. Mi padre acaba con todo aquel que pueda suponer un peligro y tú lo eres, teniendo en cuenta que te mantienes alejada, o al menos hasta ahora, de todo este mundo, sobrevivirás a su muerte, seguirás viva después y podrás formar una enorme manada mientras él se pudre en el infierno. Y él no quiere que nadie le sobreviva…
-Y… si soy como tú… ¿por qué yo sólo veo a Max?
-Eso no lo sé.-se encogió de hombros.
-Y… sois hermanos.-Alex asintió.- ¿Qué le pasó?
-Mi padre…
-No.-le corté, aquello no podía ser verdad.
-Él no heredó el gen, supongo que mi padre consideró que no era importante…-me llevé las manos a la boca.-Max se enamoró perdidamente de tu abuela, se atrevió a plantarle cara y supongo que mi padre no lo pudo soportar, tal vez, si se hubiese callado y no hubiese dado problemas mi padre lo hubiese dejado estar, al fin y al cabo, es su hijo.
-Su propio padre…
-Tengo que volver a casa pronto, Dafne, voy a ponerte en un lugar seguro y luego volveré.-se levantó.
-¿Porqué quieres volver con él?
-No quiero volver con él. Quiero proteger a mis hermanos y a mi madre… no tienen ni idea de dónde están metidos…
-¿Y volver con él no será peligroso?
-Por ahora no… mi manada es pequeña y no supongo ningún peligro.
-Por ahora…
-Por ahora.-repitió él.-Pero no te preocupes por mi.
Me tendió la mano.
-Quiero ver como amanece.-le dije, mirando al horizonte. Él me imitó y se quedó allí quieto.
-Supongo que un rato no hará daño a nadie.-se encogió de hombros. Me abracé las rodillas con fuerza, tratando de obviar el frío que tenía. De pronto escuché un ruido muy cerca de nosotros y me giré, tuve el tiempo justo de ver como un lobo saltaba sobre Alex y lo empujaba contra un árbol cercano. Luego el lobo me miró, y tras él apareció el padre de Alex, que me miró con suficiencia. Me había cazado, los dos lo sabíamos y no había escapatoria. No, él único capaz de protegerla se encontraba inconsciente a unos metros de mi. De pronto ya no tenía frío, tan solo miedo. Di un paso hacia atrás y el lobo saltó sobre mi. Se acabó, pensé, cuando el mayor de los dolores se apoderó de mi. No recordaba mucho más.

Cuando desperté no estaba en el mismo sitio y no me sentía bien. La cabeza me daba vueltas y mirase donde mirase, los colores y el aire me daban dolor de cabeza. Sobre mi se inclinó la cabeza de Max, girándola de un lado a otro.
-¿Max?-pregunté, al tiempo que me incorporaba, con una ligereza casi sorprendente. Lo miré fijamente, también él había cambiado.
-No puede ser.-musitó, tan bajo que creí que me lo había inventado.
-¿Dónde estoy?
-No es exactamente la pregunta acertada, Dafne.
-¿Y cuál es la pregunta?
-La pregunta es cómo estás.
-Estoy bien.
-Sí, en eso coincido contigo.
-Estoy bien.-repetí, puesto que parecía que no se lo creía.-Estoy perfectamente.
-Sí. Estás perfectamente muerta, Dafne.